Anoche, como otras muchas noches ya pasadas, te volví a ver en mi calle. Justo en frente del estanco. Tú salías de tu piso, como otras muchas noches, y me gritaste desde tu acera. Corrías hacia mí con esa mirada serena que es capaz de paralizarlo todo, con tu voz grave y nerviosa.
Hacia la mitad del asfalto pasó el coche, justo en el mismo momento que corrías hacia mí. Sonó un golpe vacío lleno de miedo que me aterrorizó y corrí hacia ti.
Anoche, desesperada, gritaba entre llantos tu nombre, mientras morías en mis brazos, sin que pudiese hacer nada, sin poder evitar lo inevitable.
Anoche, como otras muchas noches, soñé que te perdía por completo, más de lo que ya te tengo. Volvió a reflejar mi subconsciente el miedo que tengo a que te desvanezcas, a que desaparezcas de mi vida, el terror que me provoca el pensar que no te volveré a ver más, que no podré volver a escuchar tu voz enunciando mi nombre, pidiéndome una llamada que siempre te prometo y nunca recibes.
Esta mañana, como otras muchas mañanas ya pasadas, me he despertado y me he vuelto a sentir vacía y sola.
Esta mañana, como otras muchas mañanas, me he vuelto a cuestionar si merece la pena seguir mi camino evitando tu presencia. Hoy he vuelto a sentir que me faltas mucho, que te necesito.
Esta mañana cuando me desperté, recordé lo fácil que puede ser perderte por completo y eso es lo que más me asusta.
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