jueves, 10 de mayo de 2012

Paseo en bicicleta


Hoy iba por el centro. Delante de mí iba una muchacha que se encontró con un amigo que iba en bici. Iban los dos por la calle y él estaba sentado en la bicicleta. Al ir tan lento, iba haciendo eses al lado de la chica.
Entonces se me vino tu imagen. La imagen de ir paseando los dos por la calle, tú en bici y yo andando. Recordé cómo se hinchaba la vena de tu mano sosteniendo el manillar, cómo se te notaban las articulaciones y aquella pose tan graciosa que ponías.
Recuerdo que te cansabas de ir así y te bajabas de la bici para ir andando a mi lado. También aquello de "a ver si nos vamos un día por ahí con las bicis" y sonreías cuando te decía que en línea recta voy bien pero que las curvas me traicionan.
Hoy llevo todo el día acordándome de ti. Aunque mentiría si dijese que no lo hago todos los días del año desde que apareciste en mi vida.
Supongo que aquella intimidad, esa compenetración, todas esas cosas que éramos capaces de compartir sin mediar palabra se perdieron hace tiempo. Y es una lástima.
Hace tiempo llegué a la conclusión de que si estos son mis mejores años los quería vivir a tu lado. Una vez más vuelvo a tener esa horrible sensación de que ya no hay lugar en el que quepamos los dos. Vuelve a ser una lástima.
Qué cosas...¿no? Antes estabas lejos físicamente y no pasábamos un día el uno sin el otro, ahora que estás a mi lado estás más lejos que nunca...


martes, 8 de mayo de 2012

El cielo ennegrecido

-Este es el relato corto que he presentado para un certamen a nivel provincial, que ha sido justamente hoy, en la Diputación de Córdoba. No estoy muy orgullosa de él porque podría haber puesto más empeño, pero como dijo hoy una niña en el certamen "la inspiración parece una niña de cuatro años"; así que lo tuve que escribir en un cuarto de hora deprisa y corriendo un par de días antes de entregarlo. Pero bueno, not bad-

Después de aquella gran explosión que derrumbó el edificio de enfrente, el encargado del hotel nos llevó hacia la salida de emergencia más cercana. Estaba anocheciendo y el cielo mantenía un color pajizo, más bien rosado, sin que la vista alcanzara a ver precipitación alguna. En algún momento, no recuerdo cuándo, un color rojizo envolvió la ciudad como señal de mal presagio.
Salimos del edificio corriendo sin saber exactamente dónde ir, así que saqué el mapa de mi bolsillo con la intención de dirigirnos hacia la embajada. Sentíamos tan cerca el sonido de las ametralladoras y de las bombas que pensábamos que en cualquier momento nos alcanzaría un trozo de metralla. Fuimos a parar detrás de la embajada y, escondidos en una casa en ruinas, pudimos observar cómo nuestra única salvación estaba en llamas.
Desde aquella casa, asomado con sutileza a la ventana, pude ver cómo un escuadrón sacó a la fuerza a una familia de su casa, donde estaban refugiados.
Después de numerosas agresiones físicas y psicológicas dispararon a bocajarro al padre mientras la madre intentaba evitar que sus hijos viesen semejante atrocidad. Cuando aquel cayó desplomado y muerto al suelo, su mujer corrió a sostenerlo en sus brazos y, mientras sollozaba y gritaba por qué, ella se vio con una bala entre ceja y ceja.
Ya estaba el cielo oscureciéndose, y aquellos niños abrazados a sus padres miraban alrededor sin saber qué estaba ocurriendo.

Pérdida

-Esto es algo que escribí de madrugada al volver del tanatorio donde yacía mi abuela, el día 9/12/2011-

Parecía que era una de esas personas que siempre iba a estar ahí. Ella, y como todos aquellos que se van, lo parecían. Y es cierto, de una forma u otra peranecen en nuestras vidas hasta que nuestros recuerdos se vuelven tenues o nuestra vida se desvanece.
Estaba más que visto, y se sabía, que más tarde o más temprano ese organismo se frenaría para no volver a arrancarse nunca. Esta vida que llevaba no era más que alargar esa agonía de la incertidumbre que, al fin y al cabo, los que lo padecíamos éramos los demás. Sin embargo, ella dejó de ser ella hará unos cuatro años, cuando se fue de nuestro lado y sólo quedaban algunos fragmentos pegados a un mecanismo latente que, al final ya, se movía a duras penas y emitía sonidos cual neanderthal.
Lo único que sí la definía como era ella, era su mirada hacia los seres queridos y su sonrisa, su risa. Aquella risa que nunca jamás escucharé por última vez.
Parece que cuando un rayo de luz ilumina tu camino y encuentras la paz, armonía y felicidad que deseabas, la vida tiene que llegar y pegarte una patada en el culo que haga que te arrastres de nuevo en el fango.
*Lo que ella no sabe es que tras mi shock traumático, jamás esperado, se encuentra una fortaleza llamada madurez, reforzada a golpe de yunque con razón, que ha hecho del fango uno limpio con lágrimas y gritos de dolor.*

(*)Yo adoro a mi abuela y durante sus últimos años hice todo lo que pude por hacerle la vida, si se puede entender por vida, más agradable. Por duro que sea, aquella mujer no esperaba otra cosa que su fin, cosa que yo encajé como pude y afronté con cierta serenidad, para algunos demasiada. Eso no implica que cada día no la eche de menos. Lo que más me duele es el hecho de que acabase en un triste hospital. Te quiero abuela.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Vacío

Recuerdo cuando tenía ilusiones. Quería ir a estudiar a Córdoba, a hacer Hostelería, que es lo que siempre me ha gustado de verdad. Quería hacer un Grado Superior de Turismo. Pasar una temporada en Almería, en Granada, en Extremadura, en el País Vasco y, finalmente, salir de España y viajar hasta encontrar mi lugar.
Sí, recuerdo cuando las tenía...
Lo que más me gustaba era que no he buscado lo que los demás. Todos buscaban tener sus estudios y conseguir un trabajo para comprarse un coche, una casa y formar una familia; quizás hacer a alguien sentirse orgulloso de lo que han conseguido en su vida.
Yo quiero sentirme orgullosa de haberme encontrado a mí misma. Quiero viajar hasta saber quién soy en realidad y quiero encontrar la forma de vida que más me llene, para poder sentirme orgullosa de ser quien soy y, entonces y sólo entonces, es cuando los demás deberían de sentirse orgullosos de mí.
Necesito encontrarme porque ahora mismo es como si estuviese cayendo en un abismo, como si fuera un pez nadando mar adentro sin nada que le indique a donde ir.
Ya sé que va siendo hora de elegir un camino y que no tengo todo el tiempo del mundo, que tengo que actuar rápido, YA. Pero no todo es tan fácil como parece. No todo se basa en que saque este curso, se trata de que no sé qué es lo que estoy buscando y ahora mismo no tengo interés en averiguarlo.

*Vacío como el corazón del grillo, como el bolsillo del mendigo, como los besos de alquiler...