martes, 8 de mayo de 2012

Pérdida

-Esto es algo que escribí de madrugada al volver del tanatorio donde yacía mi abuela, el día 9/12/2011-

Parecía que era una de esas personas que siempre iba a estar ahí. Ella, y como todos aquellos que se van, lo parecían. Y es cierto, de una forma u otra peranecen en nuestras vidas hasta que nuestros recuerdos se vuelven tenues o nuestra vida se desvanece.
Estaba más que visto, y se sabía, que más tarde o más temprano ese organismo se frenaría para no volver a arrancarse nunca. Esta vida que llevaba no era más que alargar esa agonía de la incertidumbre que, al fin y al cabo, los que lo padecíamos éramos los demás. Sin embargo, ella dejó de ser ella hará unos cuatro años, cuando se fue de nuestro lado y sólo quedaban algunos fragmentos pegados a un mecanismo latente que, al final ya, se movía a duras penas y emitía sonidos cual neanderthal.
Lo único que sí la definía como era ella, era su mirada hacia los seres queridos y su sonrisa, su risa. Aquella risa que nunca jamás escucharé por última vez.
Parece que cuando un rayo de luz ilumina tu camino y encuentras la paz, armonía y felicidad que deseabas, la vida tiene que llegar y pegarte una patada en el culo que haga que te arrastres de nuevo en el fango.
*Lo que ella no sabe es que tras mi shock traumático, jamás esperado, se encuentra una fortaleza llamada madurez, reforzada a golpe de yunque con razón, que ha hecho del fango uno limpio con lágrimas y gritos de dolor.*

(*)Yo adoro a mi abuela y durante sus últimos años hice todo lo que pude por hacerle la vida, si se puede entender por vida, más agradable. Por duro que sea, aquella mujer no esperaba otra cosa que su fin, cosa que yo encajé como pude y afronté con cierta serenidad, para algunos demasiada. Eso no implica que cada día no la eche de menos. Lo que más me duele es el hecho de que acabase en un triste hospital. Te quiero abuela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario